A propósito de la oportunidad histórica de cambiar la constitución es hora de madurar la idea de un Estado plurinacional que permita reconocer la existencia de distintas nacionalidades y pueblos dentro de NUESTRO territorio. Estas líneas se enmarcan dentro de dicha reflexión.
El Estado chileno, durante sus dos siglos de existencia, ha forzado la adopción una identidad nacional única, monocromática, reprimiendo el mas leve asomo de diversidad. El resultado fue la construcción de una identidad nacional insípida que en su búsqueda ansiosa de compatibilidad con las naciones desarrolladas se volvió permeable a las pautas culturales extranjeras, lo que explica su tan marcada sensibilidad respecto de acontecimientos extranjeros (¿recuerdan el #blacklivesmatter?) y su indolencia a ratos alevosa con las víctimas de Piñera y su Comando Jungla en el Wallmapu.
Hoy sabemos que las instituciones de un país definen su carácter, y su desempeño económico a lo largo de los años. Sabemos que dichas instituciones se construyeron al alero de intereses que no consideraron a los indígenas en sus orígenes, lo que ha provocado postergación, pobreza y a ratos tensión social. Este problema es eminentemente político, y debe resolverse con reformas políticas que permitan equilibrar la balanza de las decisiones, e incorporen de esta forma, la riqueza de un país multicultural y plurinacional.
Conforme con lo anterior, y en relación al proceso constituyente que vive el país, sería un contrasentido reemplazar una constitución cuya legitimidad aparece cuestionada por su carácter excluyente por otra que, si bien en forma declarativa reconozca la multiculturalidad o plurinacionalidad, no reconozca explícitamente los derechos de los pueblos indígenas. Desde este punto de vista, el valor de un nuevo texto constitucional que no resuelva las tensiones derivadas de esta ausencia, crónica en la historia constitucional chilena, es prácticamente nulo para el mundo indígena.
Hoy, como pocas veces en la historia reciente, tenemos la oportunidad de volver reformular las bases institucionales de nuestro país; es una oportunidad que no debemos dejar pasar, de lo contrario nuevamente otros decidirán por nosotros. Por consiguiente, volvamos a mirar nuestras primeras naciones, esas que viven en cada ciudadano de este país y entreguémonos la oportunidad de construir un nuevo país.
Rodrigo García
Historia & Gestión Cultural
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